Tras un par de años cantando las excelencias del deep learning (aprendizaje profundo), algunos científicos críticos están empezando, si no a pisar el freno, sí al menos a meter primera y pararse a pensar en sus limitaciones. El físico y periodista científico Mitchell Waldrop ha recopilado un buen censo para la revista profesional PNAS, y de su análisis se desprenden tres o cuatro talones de Aquiles de esta tecnología computacional que ha revolucionado la inteligencia artificial y la robótica en los últimos tiempos. El reconocimiento de voz del teléfono y el reconocimiento facial que encuentra a cinco delincuentes en un estadio de fútbol son ejemplos cotidianos de los superpoderes del deep learning,como empiezan a serlo también los sistemas financieros que te conceden un crédito (o no) y los robots de recursos humanos que evalúan tu solicitud de empleo. Pero no todo el campo es orégano.
Noticia sacada del periódico El País
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